El Mar Menor: de destino de lujo a desastre medioambiental

La Manga es una estrecha lengua de tierra urbanizada de forma frenética con el Mediterráneo a un lado y el Mar Menor al otro. Esta franja, de apenas 21 kilómetros de longitud y 100 metros de ancho de media desde Cabo de Palos hasta La Punta de El Mojón, permaneció casi virgen hasta la década de los 60, cuando fue reconvertido en uno de los destinos turísticos de lujo del franquismo con la construcción de carreteras, diferentes comercios y grandes urbanizaciones.       



La televisión hizo el resto. El popular programa “Un, dos, tres”, que emitía Radio Televisión Española, prometía como premio final un apartamento en uno de los bloques levantados a lo largo de La Manga.

En la década de 70 y 80, esta región de Murcia siguió canalizando importantes inversiones en el sector turístico para el desarrollo de un polo hotelero de lujo que compitiese con destinos como la Costa Azul, las islas griegas, o Montecarlo. Y es que el epicentro del lujo en Mónaco, conocido por su gran casino de juego y por albergar uno de los circuitos urbanos más trepidantes de la Fórmula 1, concentra ahora el mayor número de millonarios por habitante de Europa. La apuesta en España no salió como se esperaba, y ahora esta zona está cerca del desastre medioambiental.

Aunque su población es solo de 17.000 habitantes, esta cifra aumenta hasta los 200.000 durante la temporada de verano. La Manga concentra más de un tercio de todas las plazas hoteleras de la Región de Murcia, y supone un acicate económico en una zona muy dependiente del turismo.

En 2016, la laguna salada más grande de Europa dijo basta. Una “sopa verde” cambió el color turquesa de la albufera del Mar Menor, y la falta de oxígeno (un fenómeno conocido como anoxia) acabó con toda la fauna de la zona. Miles de peces y crustáceos aparecieron muertos en la orilla, arruinando a su paso a todo el sector pesquero de la zona.



Entre las principales razones de este colapso medioambiental, los expertos del ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico destacan todos los derrames de la agricultura intensiva y los metales pesados de las minas de la zona, además de todos los vertidos provenientes los complejos turísticos de la costa.

La época de lluvias no hace más que agravar el problema. La mala ordenación territorial y la masiva construcción de apartamentos en primera línea de playa hacen que las riadas que se producen después de cada aguacero arrastren todo tipo de basura hasta el mar, mezclando esta agua dulce contaminada con la salada de la albufera.
   
Además de los vertidos y el urbanismo, los ecologistas denuncian el vertiginoso incremento de los barcos de recreo y las motos náuticas, que navegan por sus aguas, dañando las praderas marinas de la laguna y aumentando los derrames de gasolina e hidrocarburos.
   
Por último, el trasvase Tajo-Segura ha transformado la actividad agraria de Murcia. La sobrexplotación agrícola y los regadíos intensivos en la conocida huerta de España ha provocado un aumento en la filtración de nitratos en el subsuelo, así como el uso de fertilizantes y químicos.

La agricultura, que solo de forma directa emplea en Murcia a 40.000 personas, es junto al turismo uno de los motores económicos de la región. Las principales empresas de la zona rechazan estas críticas de grupos ecologistas, y dicen que criminalizan una actividad regulada que cumple con todas las normativas.
   
Antes de cada periodo estival, decenas de operarios se afanan en retirar toneladas de algas acumuladas en las orillas de la laguna, mientras que los tractores tratan de retirar las toneladas de fango acumulado en las playas. Con todas estas acciones, las autoridades intentan rehabilitar un frágil ecosistema que hace ya cinco años mostró la cara más amarga del turismo de masas.

Fruto de este desastre medioambiental, otros municipios de la región están abandonando el turismo de masas y apostando por modelos más sostenibles. El Ayuntamiento de la Unión, por ejemplo, presentó un proyecto para convertir Portmán en un destino cultural y sostenible. El proyecto, que tiene un coste de un millón de euros, pretende apuntalar los parajes naturales de Portmán como destino privilegiado por la naturaleza.

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