Gonzalo Wandosell sitúa el origen de los cantes mineros en hace casi dos siglos

El cronista oficial de La Unión, con un pregón cargado de contenido, animó a “abrir el corazón de par en par” para disfrutar de certamen que llevó, con sus palabras, al origen, recordando su evolución (hay referencias en 1841 a los cantes en la mina) y puesta en valor. “El Cante de las Minas no fue una resurrección del flamenco en La Unión, sino un justo recuerdo” Emocionado, afirmó sentirse “un unionense más” de “apellido flamenco”, en el que definió como uno de los momentos “más bellos” de su vida.



Con una luz tan tenue que no dejaba más opción que abrir los oídos para guiarse por su palabra, Gonzalo Wandosell Fernández de Bobadilla salía al escenario de la ‘Catedral del Cante’ sin guión y con un respeto palpable a la tierra de la que se siente propio. No tardó mucho en declarar su amor a La Unión y su gente, presentándose con su “alma unionense incandescente, dispuesto a hablar con los cantes mineros en el corazón”.

Consciente de que podía sentirse en su propia casa, y aunque confesó mostrarse “vulnerable” ante el público, su voz transmitía temple, pues se llevó el pregón a su propio terreno: el de la divulgación, la investigación y la historia. El decano de la Facultad de Economía y Empresa de la UCAM, miembro de la Real Academia Alfonso X El Sabio y Cronista oficial de La Unión, comenzó recordando el origen de su apellido “flamenco” y saludando a todas partes del mundo, consciente de que el Festival y su streaming no tienen fronteras, sin olvidarse de unos agradecimientos en los que incluyó a José Luis Mendoza. Se embarcó en un recorrido histórico sin precedentes en la historia del Festival, desde el origen “impreciso, nebuloso y misterioso” del flamenco hasta su evolución para llegar a La Unión y los cantes mineros; un paseo, que lejos de ser “triunfal”, sufrió “un periodo de desprecio, maltrato y olvido”. “Son cantes vitales, resistentes y supervivientes, porque sus inicios fueron pisoteados por unos y otros”, afirmó; cantes “breves pero grandes, fluidos y recios que embriagan cuando están bien interpretados, por su profunda grandeza trágica y emotiva, siendo sensibilidad y pura poesía”.



Su evolución hasta este festival que les rinde culto empezó por encontrar cobijo en la calle: tabernas, cafés, ventorrillos, cafés económicos o locales de venta de vinos y licores que eran “el núcleo vital de la población” y que fueron perseguidos y posicionados como enemigos por la prensa, la seguridad y las autoridades, destacando sus aspectos negativos por el miedo a la rebelión, por su capacidad de ser “expresión popular”. Estos “escenarios misteriosos de lo jondo” dejaban aparecer ‘el duende’, hasta que se decretó el cierre de estos locales hacia el 1900. Pero la prohibición no fue suficiente, pues el pueblo lo consideraba su patrimonio cultural.
Wandosell referenciaba el origen de los cantes de La Unión podría estar un poco antes, en 1841, ya que el periódico semanal ‘El minero’ hacía alusión a “las voces y cantos de los trabajadores de las minas”, que cantaban con sus compañeros, expansionándose más tarde con mayor o menor jondura, encontrando cobijo en la calle, fiestas privadas y espacios de sociabilidad.

Recordaba a su bisabuelo Pío Wandosell, apasionado del flamenco, que reunía en su finca de Huerto Pío a los obreros de su fábrica de fundición para que sonaran, al son de guitarra y violines, cantes mineros, trovos y tarantas, aunque supusiera enfrentarse a las autoridades y normas establecidos.

Un despertar intelectual

Ya en el siglo XX, La Unión “despierta de su letargo intelectual” y comienza su regeneración. El flamenco, arrinconado hasta entonces por la burguesía, es adoptado por esta para la fiesta, con óperas privadas y flamencas. En 1925 se reintegró el flamenco “en lo políticamente correcto” con la organización de un concurso de cante jondo en La Unión, siguiendo la estela del movimiento de regeneración de Manuel de Falla y Federico García Lorca en Granada, al que mandaron a la Guardia Civil para evitar una alteración del orden público; un concurso que ganó Juan Sánchez Baños ‘Fanegas’ y al que le siguieron Manuel González ‘Guerrita’ y el ‘El Mendo’.



En la década de los 50 se celebraron espectáculos de cante, copla y variedades, de manera que “la aparición del Festival del Cante de Las Minas en 1961 no fue una resurrección, sino un justo y afortunado recuerdo y reconocimiento”. “El flamenco está en La Unión y La Unión es flamenco y
Juanito Valderrama, ‘Niño Alfonso’ o Eleuterio Andreu lo mantuvieron vivo con los cantes de las minas”.

Ahora, el flamenco tiene le sitio que merece en la sociedad “gracias a certámenes como este”, con cantes de Levante que son “dolor hecho arte”, “bellas rosas negras de sangre, abiertas a la luz del mundo en una explosión sonora de vida”; “una referencia de La Unión en todo el mundo en virtud de su hondura noble y valor antropológico, musical y artístico”. Concluyó pidiendo a los asistentes que abrieran su corazón al Festival y agradeciendo a las personas que han cuidado el flamenco en este lugar, “alimento espiritual para nuestras necesitadas almas”.

El pregonero recibió una placa en agradecimiento por su labor a cargo del presidente de la Fundación Cante de las Minas, Joaquín Zapata, quien aseguró que “este pregón pasará a la historia de los grandes de este festival”. Wandosell acabó emocionado ante la ovación del público.


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