La Unión se queda con un beso de Víctor Manuel

“¿A dónde irán los besos que no damos…?”. Es una de las frases de las inmortales canciones del asturianos. En este caso, el escenario del Cante de las Minas se queda con uno muy especial, el que tributó el cantautor de rodillas en el suelo del escenario de La Maquinista de Levante como gratitud al cariño recibido de un público entregado que, puesto en pie, le hizo volver a salir tras acaba su intimista concierto de casi dos horas.



No fue el Víctor Manuel que un servidor deseaba, pero sí el que esperaba. Era la cuarta vez que lo veía en directo y estuvo en un código diferente a las anteriores. No es lo mismo salir ante el público con frondosa morena melena cuando tienes veinte, treinta o cuarenta años, que hacerlo con 75 (recién cumplidos, eso sí). La cadencia en las canciones es otra. Ahora es, como se suele decir, más intimista, a una o dos marchas menos del ritmo de otros tiempos. Hay menos velocidad, pero más profundidad. Lo que en su día eran mensajes, ahora son reflexiones. Canta desde la experiencia, desde la sabiduría… El asturiano que nos hablaba del Abuelo Vítor es ahora (permítanme la licencia) el ‘Abuelo Víctor’. Si aquel fue picador allá en la mina, éste es picador de una vida plagada de experiencias.



Ciento diez minutos pasaron desde que se mostró por primera vez al público hasta que ‘desapareció’ totalmente. Esa cifra temporal también muestra lo a gusto que estuvo. “¡Gracias La Unión, nunca olvidaremos el día de ayer!”. Lo ha escrito el asturiano en redes sociales porque el público de esta también ‘patria querida’ hizo que se sintiera muy querido y el de Mieres del Camino lo agradeció (después de ofrece un ‘bis’ de insistente petición popular) poniéndose de rodillas y besando al suelo. Eso sí, sin mascarilla. Había sentimiento de (mucha) gratitud. Él mismo habló durante su actuación (en alusión a un concierto en Tenerife) de lo importante que es sentirse querido en el escenario. Aquí, en ‘la única mina activa de La Unión’ (como el alcalde se refiere al festival), lo sintió en una extracción del mineral del afecto con bastante profundidad.



Otro factor importante fue el marco. Magnífico escenario y ubicación del público, aderezado por la calidad sonora y el placer de estar sin techo en verano. Además, dos pantallas acercaban al artista con una muy buena realización de los que trabajan tras las cámaras y en la parte técnica. Muy completo todo. La pena es la pandemia, que dispersa a los asistentes (la normativa obliga a dejar muchas sillas vacías), aunque también es cierto que esta situación sintoniza más con un concierto intimista que con uno rítmico.



Y vamos al concierto que Víctor Manuel (de apellidos San José y Sánchez) ofreció arropado por su hijo David San José al piano y Ovidio López a la guitarra. Se veía, mediante gestos y miradas, la complicidad del cantante con su vástago (quien también le acompañaba en la voz en determinados momentos) y de éste, a su vez, con el guitarrista.

El cantautor salió en silencio, cogió la guitarra y ofreció su primer tema. Después presentó a sus compañeros y comenzó ‘Volver para cantarlo’, título de una gira que inició en junio. La sensación era estar leyendo la biografía de una persona de intensa vida y de una sociedad (la española) con una perfecta dicción asturiana (el acento siempre va con él) en un relato enriquecido por las canciones, que serían las fotografías del libro. Existía un hilo conductor que entre temas ofrecía Víctor Manuel en comentarios con una cadencia muy natural y cercana, plagados de detalles y curiosidades.



Víctor Manuel lanzó su primer disco sencillo (‘single’) en 1966 y estamos en 2021. Es imposible ofrecer toda sus discografía (más de quinientas canciones) ni habilitando varios días, pero la muestra de anoche fue muy buena. Conocimos su niñez y el lugar donde se crió, cosas de sus padres, del abuelo Vítor y la abuela María (‘madre coraje’), de las jóvenes de lugar y de las tradiciones del pueblo (‘la romería’)… De familia y tierra minera, aquella época fue cuando surgieron sus trabajos sobre esta profesión y, en especial, el que considero como canción más desgarradora y trágica de las que he escuchado nunca: ‘Planta 14’.

Vivió los años en los que se luchaban por los valores y las libertades. Escribió canciones de paz (“¿Por quién lucho yo?”) como ’El cobarde’, que en Tenerife se quedó sin el premio del Festival Atlántico porque el Gobierno Militar la calificó antimilitarista, obligando al jurado a una nueva decisión. Marchó a Madrid, tuvo dos experiencias en el cine, una de ellas con Pilar (alias ‘Ana Belén’) “y desde entonces seguimos rodando” dijo antes de cantar ‘Canción para Pilar’. Fue entonces, siendo veinteañero, cuando introdujo el primer ’te quiero’ en una canción y entre sus temas de esta sección figura una casi única dedicada al amor. No de amor, sino del amor: ‘¡Ay amor!’ (“…tantas veces nos quitas la pena como tantas es amargo tu sabor…”). En los setenta ya metió sexo en sus composiciones (“Nada sabe tan dulce como su boca, tan solo alguna cosa que no se nombra…”), se preguntó ‘a dónde van los besos y abrazos que no damos’ y pudimos saber que acabó bien la preciosa historia de ‘Sólo pienso en ti’ entre dos personas con discapacidad intelectual, pues se casaron y tuvieron tres hijos: “Dos universitarios y uno dedicado a la mecánica”, explicó.



También desveló que las noticias de los periódicos le han inspirado muchos temas, como el de ‘la madre’ que en Bolonia compró heroína para acabar con el sufrimiento de un hijo hiperenganchado. Han sido muchos los temas sociales a los que Víctor Manuel ha cantado. Valga como ejemplo, aunque anoche no estuvo, la canción ‘Quien puso más’ en el terreno homosexual. Sí figuraron ‘Luna llena’, en su día considerado (a otra velocidad que la de anoche) un ‘regae español’, junto a otros temas como ’El Presi’, ‘Paxarinos’, ‘Cómo voy a olvidarme’, ‘El hijo del ferroviario’…

En su relato cronológico también ofreció la primera (y creo que única) canción dedicada a una de sus herederas y la que compuso hace tres años a su Asturias (‘Allá arriba al norte’). También es un gran abanderado de España (“la compraba, aunque hay cosas que me gustan y otras no, como es normal, la compraba toda”), recordando que escribió para Ana Belén ‘España camisa blanca’ y cantando ante el público de La Unión otra composición más reciente (‘Digo España’).

En ese tramo final, al margen del ‘bis’ y del fuerte vínculo establecido con el público, interpetó otro tema muy conocido (‘Soy un corazón tendido al sol’), del que pienso que se siente muy identificado (“Aunque soy un pobre diablo, se despierta el día y echo a andar, invencible de moral…”).

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